Es una de las palabras más mencionadas en todos los diarios de belleza que se escriben desde la Cuarentena. Las mascarillas eran en nuestra vida Pre Covid-19 probablemente uno de los pasos cosméticos que más pereza nos daban, y porqué no admitirlo, probablemente uno de los que solíamos saltarnos algunas semanas.
Estos días, las largas horas en casa nos han hecho concienciarnos un poco más de cómo debemos sacarle partido al confinamiento para cuidarnos la piel y mejorar así nuestra autoestima.
En entradas anteriores os sugería la opción de dejar actuar los productos más en profundidad, aplicando más cantidad de la habitual y en caso de no tener mascarillas actualmente en casa, cubriendo el rostro con un film osmótico para ejercer un efecto oclusivo sobre la piel. Esto es algo que podéis hacer con vuestra crema de día o de noche dos o tres veces en semana, si no tenéis mascarillas adaptadas a vuestro tipo de piel.
Un pregunta muy común que nos hacemos desde el punto de vista farmacológico es qué aporta una mascarilla a la piel que no aporte una crema de día o de noche. La diferencia principal se refiere a la formulación:
- las cremas tanto de día como de noche están formuladas pensando en proporcionar unas características organolépticas agradables al cliente, y esto limita en muchas ocasiones la proporción de excipientes, vehículos para ayudar a su penetración y sobre todo de activos.
- en cambio en las mascarillas no existe esta limitación porque al estar formuladas para ser retiradas sin necesidad de aportar confort, que no se absorban por completo, que se descompongan durante el masaje, que engrasen en exceso, que se extiendan bien o mal,…. Solo importa que tengan altas concentraciones de principios activos y que estos puedan penetrar en la piel.
Existen dos fórmulas básicas para las mascarillas: en crema densa (en ocasiones tipo barro o arcilla, sobre todo para las pieles más grasas) o las de tipo oclusivo que van impregnadas en producto. Las que se presentan en crema llevan vehículos que activan la penetración de los ingredientes, y las oclusivas en forma de parche funcionan creando una capa osmótica que facilita la penetración de los ingredientes.
Las mascarillas suponen un tratamiento intensivo que no debe faltar nunca en nuestra rutina: hay mascarillas limpiadoras o purificantes, hidratantes, iluminadoras, despigmentantes, nutritivas, antiarrugas, reafirmantes,… que aplicaremos según las necesidades de nuestra piel. Una vez más, lo más importante es saber qué tipo de piel tenemos, o qué necesidades tiene en un momento determinado, para reforzar el uso de cremas con la mascarilla pertinente.
Por ejemplo las pieles que se ensucian con facilidad o pieles grasas pueden aplicarse mascarillas limpiadoras o purificantes una vez por semana; las pieles maduras alípicas deberían usar mascarillas nutritivas; las pieles muy deshidratadas pueden optar por fórmulas super hidratantes que se aplicarán por lo general dos veces en semana. Aunque esto puede variar en función del laboratorio, el tiempo medio de exposición de una mascarilla suelen ser 15’ (no obstante, conviene revisar las instrucciones de uso de cada producto, y por favor, no os olvidéis de confirmar la fecha de caducidad).
Por último, y ya que estos días ha sido una pregunta muy recurrente, vuelvo a recordar que nos somos nada partidarias de las mascarillas caseras con alimentos. Si tenemos la posibilidad de adquirir cosméticos testados y formulados para ese fin siempre serán más efectivos y seguros que cualquier mascarilla casera. En ese sentido, los ingredientes más comunes y efectivos que llevan las mascarillas en la actualidad son péptidos, factores de crecimiento epidérmico, vitaminas y otros antioxidantes, minerales, aguas termales, colágeno, ácido hialurónico o arcillas, entre otros.
Esperemos que los buenos hábitos y la disciplina cosmética que hayamos podido conseguir durante la Cuarentena continúen presentes cuando volvamos a nuestra rutina laboral. Cuidaos mucho. Estamos en la cuenta atrás para volver a vernos….